En estas situaciones, construir en taller con apenas 2 gremios (carpintero y herrero) reduce notablemente los costes, lo que ha supuesto una de nuestras principales preocupaciones. Los pabellones se abren o cierran según las necesidades. Cuando están en “estado de latencia”, se manifiestan externamente como un cofre totalmente cerrado y protegido. Su revestimiento exterior es de tarima de madera negra colocada en vertical mientras, al interior, su estructura de panel contralaminado de madera queda totalmente vista, aportando una sensación más cálida.
Economía, sostenibilidad y reversibilidad han sido 3 principios básicos al proyectar estos pequeños edificios, que pretenden no dejar huella alguna en aquellos lugares donde se ubiquen. La cimentación es superficial y de madera tratada. La tarima de madera de fachada se protege con la técnica tradicional japonesa del Shou Sugi Ban, basada en la carbonización. La cubierta se resuelve con chapa engatillada de acero y queda rematada por un fino alero de acero negro natural, con leve pendiente hacia sus bordes para desalojar el agua de manera natural, así como para protegerse del sol. El consumo energético es casi nulo gracias al gran aislamiento térmico de fibras de madera y al uso de energías tradicionales, reciclables y limpias: calefacción mediante una pequeña estufa de leña, lavabo de pedal e inodoro seco ecológico que garantiza un ciclo cerrado.
En resumen, se ha buscado una actuación sencilla, lacónica, sensata y acorde con las necesidades. Una actuación esencial, lógica y discreta. Sin nada accesorio ni caprichoso. Elocuente, pero no locuaz. Respetuosa con las preexistencias, el paisaje y el medioambiente. Dadas sus pequeñas dimensiones y su ligereza, los pabellones se construirán íntegramente en taller y posteriormente se transportarán hasta cada uno de los lugares para su colocación precisa.