La propuesta persigue un punto de encuentro entre la ciudad que siempre ha sido, la edificabilidad exigida, las nuevas necesidades de espacio público y espacio dotacional, evitando una solución ensimismada y ajena a la propia ciudad.
El proyecto pretende dar continuidad a lo que ahí sucede, a su geometría, a su orden, a su traza, entendiendo que la ciudad ya está hecha y por tanto no se trata de hacer un urbanismo «nuevo» ni tampoco distorsionar las geometrías de Pamplona: la propuesta busca reconocer la eficacia de la trama del Ensanche. De esta manera, no se quieren generar conflictos urbanísticos nuevos con «leyes» impuestas a la pauta ordenadora del Ensanche o simplemente no modificar de forma pretenciosa la identidad de la ciudad.
La geometría de la actuación busca «ordenar» sin «distorsionar», pero sin perder identidad en el entorno «muy diverso» en cuanto a tipologías edificatorias.